LA BATALLA

 

La Campiña estaba tranquila, pausada y alegre, los pájaros con su trinar armonizaban los rizados cantos en el lugar con sus vaivenes pausados y pequeños saltos daban una sensación de tranquilidad al páramo verde botella. Los tintes variados de colores poblados por las flores campestres y amapolas rojas, daban la sensación de contemplar el cuadrilátero de una pantalla de cine.

Todo esplendor se calmó repentinamente, se torno en silencio y la quietud se apoderó del verde valle, un soplo de aire de tormenta balanceó las amapolas meciéndolas de un lado para otro cuando la arboleda en su mecida recogió a todo animal volador en sus entrañas. Fue un viento racheado bajo, con síntomas de mal presagio y malos augurios.

Apareció en lo alto de la loma. El Rey fue el primero, después todo su séquito el cual encabezaba su bella dama, la Reina. Ella le acompañaba a todas las batallas y fue lo convenido desde el principio de los principios, cabalgó justo hasta situarse a su lado divisando el enorme campo, el futuro campo de batalla.
Con un gesto la infantería fue tomando posesiones en primera línea y la poderosa caballería se fue situando en el flanco derecho he izquierdo, mientras el grueso de su ejercito se establecía por la llanura de la campiña. Algunos se quedaron rezagados, pero los gritos de los Alférez animaron a tomar con la rapidez precisa todos los puestos pendientes.
Dos de sus laceros enarbolaron los estandartes con burletes de oro y seda que pestañearon con los tenues rayos solares, el griterío que lo presidió de la tropa enardecida al compás de las insignias fue estrepitoso y monumental, los gritos de victoria, victoria, afondaron las gargantas de los temibles paladines.
A continuación entro en contacto un silencio total.

Una gran polvareda gris y negra reapareció en lo más profundo del valle haciendo acto de presencia la caballería enemiga, la cual tomaba posesión al lado opuesto del centro al campo de batalla, el ruido de sus arneses y armadura fueron una replica a los gritos de la hueste del Rey.

LA BATALLA ESTABA A PUNTO DE COMENZAR

Los Alférez enemigos daban ordenes a diestro y siniestro a sus soldados, los cuales prestaban sus armaduras al frente golpeándolas con sus largas espadas en los escudos.
Tantos sus estandartes como sus armaduras tenían un color de tinte negro humo, un contraste total con los colores que portaban la hueste del Rey, las cuales brillaban en blanco y oro con crespones de rojo vivo.
Por espacio de varios minutos el silencio se pudo cortar con el filo de una espada, seguidamente volvió el estruendo total, un cumulo constante de vaivenes de insultos por parte de ambos bandos culminaron el punto mas alto del comienzo de lo que se podía llamar la gran masacre.
El odio lo lleno todo, los relinchos de los caballos negros acrecentó mas la contienda y el terreno que momentos antes era la paz verdadera de la naturaleza, comenzó a temblar por el trote de los poderosos corceles y toda la maquinaria de guerra que los precedía.
Se acortaron las distancias velozmente y se produjo el brutal choque de hombres, animales y aceros, como si se tratara de dos olas gigantes enfrentadas en sentidos opuestos de sus trayectorias y que en su poder de empuje podía desplazar a la otra a los abismos.

Fueron apareciendo los primeros cadáveres horriblemente mutilados y desmembrados por el feroz encuentro, los heridos y moribundo fueron masacrados sin piedad por los jinetes negros, llamados las " hienas de batallas " hombres sin escrúpulos que remataban, desvalijaban y robaban a todos los caídos.
El Rey espolea su caballo algunos metros más hacia el fragor de la batalla, un grito de ayuda de uno de sus soldados le atrajo la atención, pero su posible socorro fue demasiado tarde, una hiena negro lo degolló sin piedad despojándolo de su pertenencia.
La tristeza lo embargó en sus entrañas y la ira lo domino por espacio de varios minutos. Al fondo algunos de sus caballeros aislados, casi perdidos se debatían en la batalla resistiendo el empuje del enemigo gris, pereciendo ante tal embestida del número masivo de enemigos.
Las maquinas lo aplastaban todo, hombres animales y tiendas, a tan solo unos metros un lacero intentó mantener firme el estandarte de Rey, pero quince flechas abatió de golpe al valiente guerrero, rodando ambos hombre y estandarte al fango.
Con lágrima a flor de piel quiso reunirse con su amada pero los minutos contemplando la contienda fueron decisivos para la emboscada que le tendió por parte del enemigo negro, dos alférez negros y varios arqueros portaban la cabeza degollada del cuerpo de su amada Reina.
Desbordado y rodeado por la hueste negra saco su espada de la vaina sabiendo su inminente fin y disponiéndose a morir como Rey.

Una voz fuerte y poderosa sonó desde arriba.

¡JAKE MATE!

Le dijo Ramón a Serafín.

.- Te defendiste bien pero tus pensamientos están en otra parte y no se puede ganar una batalla tan alejado del campo, así que aproveché tu distracción para lanzar mi ofensiva imparable.
Le culminó Serafín.
.- Espero que me conceda la revancha otro día que este mas despejado y con menos preocupaciones, le dijo Ramón.
Bueno amigo, hasta mañana.
Se despidieron ambos con un fuerte apretón de manos."